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Orihuela, Alicante, Spain

13.7.13

El duendecillo





EL DUENDECILLO

Al destapar el tarro de mis sueños
andaba por allí el duendecillo, ése que sólo se me aparece cuando he sido demasiado bueno, y quiere ponerme la zancadilla. Amo, dijo, pídeme un deseo. Uno solo, eh, que te conozco…
Uno solamente… uno solamente… y sin vacilación alguna acerqué mis labios a su oreja de abanico, o de pámpano. El duendecillo esbozó una sonrisa pícara cuando escuchó mis palabras. Tienes buen gusto, pecador, murmuró mientras se concentraba en su histriónico ritual, siempre hace lo mismo cuando le pido un deseo: teatro.



Y te trajo hasta mí, trajo la honda poza de luz de tus ojos.
Y yo aparté el diamante de tu mirada y bebí en ella sólo la miel que tú reservas para la gente que amas.

Y te trajo hasta mí, trajo el talud sedoso de tu cuello, y permitiste que mi boca lo escalase sin prisa, convertida en seda y tormenta contenida mientras acudía a la cita de tu barbilla, a la antesala de tus labios, al estallido de fresa salvaje del beso.

Y te trajo hasta mí, trajo el palpitar convexo de tu pecho
para que hallara a ciegas bajo los montes el latido
de un corazón de nuevo acelerado, el tuyo. A ciegas, pero no  a oscuras,
porque mis dedos fueron llamas en tu piel, luciérnagas de fuego.

Y te trajo hasta mí, pero tuve miedo de que te hubiese traído a la fuerza, contra tu voluntad. Entonces me detuve. Y te pregunté si eras dueña de tus actos, si todo estaba transcurriendo según los dictados de tu libre albedrío…

-- No hagas preguntas estúpidas. Acaba en mi piel el poema que tanto has deseado escribir. Tú y yo hemos pedido el mismo deseo al duendecillo.



Orihuela, 4 de abril de 2011

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