Trazas

Joaquín Marín

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Trozos

..me han contado que algunas tardes anónimas, a esas horas en las que la playa, hacia el oeste, es una hoguera que las crines del tiempo podrían arrastrar lejos o galoparla sin bridas como a un caballo oscuro, se acerca hasta el agua un anciano; repta descalzo sobre la arena, como una nave timonera ya muy lenta, desorientada, con más muertes que vidas a bordo... y me dicen que lleva, deshilachados en los bolsillos, trozos de amores y anhelos, sueños ya ciegos de aventuras, y un caminar como de sucio can apaleado que arrastrara su dolor cosido al suelo, olfateando resignado su propia sepultura...

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Tránsitos

…y esta mañana me he cruzado contigo, fíjate, tantos años sin transitar la misma calle… qué pena, vecina, somos los mismos seguramente, pero en otros envases… recuerdo que alguna vez tuviste cara de niña rubia y fina, y en tus ojos azules no habitaba ese mal humor de hoy, esa hiel de quien ha crecido y ha probado la vida hasta amargarse… ¿dónde, dónde, vecina, aquellos tus labios hechos para sonrisa?... ahí están, manchados, caídos junto a la llovizna de un martes santo, crucificados me han parecido, casi muertos…

... esta mañana me he cruzado contigo, sí, y seguro habrás pensado tras esa furtiva mirada hacia qué poca cosa ha ido degenerando el nieto del trovero, virgen santa…

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Eras ya...

...y era ya tu vida un sueño tranquilo, una nada plena, una rama perdida que exhalaba sus últimas luces vegetales; y era ya tu vida un amor caído, agua sin labios, lámpara bajo la llovizna, antesala de la desnudez toda... y eras ya un niño buscándose a sí mismo en el luto de las olas, entre las vagas formas de las soledades postreras, una verdad vacía entre mis manos impotentes, padre...

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Epístola de cañón recortado

Querida María, dos puntos, he huido esta tarde del verdor hosco de nuestra tierra y me he acercado hasta el paraíso perdido, hasta donde la mar juega inútilmente a abrir sus flores blancas arremetiendo contra el frío diamante de la roca. Huele a sal aquí, María, en plena orilla del olvido, y si cierro los ojos noto el palpitar de los peces entre la maleza del agua, y el vano intento de las luciérnagas de ejecutar su danza de luz sobre el vértigo de los surcos imposibles... Querida mía, ya te contaré más cosas, ahora he de recoger mi sombra, que se me ha descosido y la arrastra hacia adentro el amargo zumo del salitre...

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Soledad tan mía

...y sueño contigo para llenar las rendijas de mi soledad; con tus labios ocultos en esas pequeñas guaridas de la tierra; con tus ojos, cuando se convertían en furtivas auroras nocturnas, y quemaban; en la luz serena de tu silencio y en el anhelo desbocado de tu risa... y aun soñando te busco en vano, sin poderte encontrar en un constelado hallazgo, en un mar desnudo de jazmines... así, hasta fundirme, cansado, en el abrazo estéril de la piedra...

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                                    Guiño

...y como alga fugitiva y a la deriva saliste del mar, y creaste tu propia nube, y quisiste ser desbocado anhelo, o serena luz, guiño de sol o sombría lluvia... Buscabas en en el acero de tu cielo alguna encendida guirnalda, como quien busca algún viejo amigo, perdido, algún innombrable amante...

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Huéspedes

...y entre estrellas de mar te preguntas qué pasa con las gaviotas, por qué teniendo alas acaban siendo huéspedes en las telarañas del humo, peces presos en los sucios arroyos, estúpidas vigías en los puentes de madera de umbríos parques...

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Diecinueve cuarenta y ocho

..y qué habrá sido de ti... del banco de piedra y el Cine Atlanta... de los árboles aquellos, de si estarán desnudos o con sencillas galas de invierno, lejanas aún las hojas nacientes... de las huellas de mi andar contigo... de las nubes claras y aquellos arabescos de aves... De mí... de mí... pues luces tibias de soledad en la niebla, una música escondida y un caminar incierto sobre áridas aceras...

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