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Orihuela, Alicante, Spain

25.9.13

Los adioses

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No había en toda la alambrada dos amantes como nosotros, porque amantes como nosotros se parieron muy pocos. Tal vez sólo tú y yo. 
Pero transcurrieron las primaveras y se desnudaron los calendarios; arreciaron  las tormentas y amainaron las ternuras y los silencios preñados de sonoridades amorosas... Y fíjate, pequeña, en qué hemos quedado: en briznas mudas de triste otoño.


Joaquín Marín


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Una libélula posada en el nudo doloroso de un alambre de espino es una metáfora. A mí al menos me lo parece. Es cruda levedad. Y ayer por la tarde, ya en plena despedida de la luz del sábado, mis ojos se detuvieron largamente en la contemplación de este "helicóptero" -así llamábamos mis amigos de infancia y yo a las libélulas- detenido, pausado, ensartado casi en la espina punzante del acero del crepúsculo. 
Y me sentí cercano a su mutismo,  a su dejar morir el día despaciosamente, acariciado solamente por la soledad y el leve rescoldo de la luz moribunda.
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Joaquín Marín

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Murió la tarde desangrada, malherida púrpuramente por el rayo de los adioses inevitables. Cayó de bruces, sobre el lomo de las lomas umbrías- el cielo, abatido por la implacable tiniebla. Se quebró la cintura del horizonte, sometida por los últimos latigazos de la luz de un moribundo día de otoño. Y en el mismo momento del definitivo adiós, una bandada de pájaros a la deriva buscaban cobijo en la nada, dejando sin trinos y sin el abanico de sus aleteos a una nueva hoja desprendida del calendario.

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Joaquín Marín

13.9.13

Cha cha chá


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─ Pídeme un deseo, amo -me dijo el duendecillo que encontré dentro de la tarrina de cristal de un yogur.
─ ¿Uno sólo, rata?
─ Uno, sí, sólo. No abuses, amo, que hay recortes generalizados. Y vientos racheados en Canarias.
─ Pues... no sé, un deseo... A ver... me encantaría no ser tan patoso, y aprender a bordar el chachachá...
─ Esto... bueno, esa sección, la de bailes de salón para negados y otros imposibles, precisamente no la llevo yo. Prueba en Fátima, o en Lourdes, tío.
─ Ya.


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Joaquín Marín

12.9.13

Incendios

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Heridas de luz se batían en retirada las nubes, deshilachadas, rendidas cansadas... Un viento suave mecía los pinos, arrancando de sus ramas quejidos sordos. La atardecida de primeros de septiembre jugaba a vestirse de otoño, con ropajes y aderezos  prestados para la ocasión. 

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Joaquín Marín

10.9.13

Mar en calma

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Escuchaba risas de sirenas a mi espalda, entre chapoteos erizados que hacían temblar los espejos del agua;  había enfrente, a lo lejos, un enjambre de serenas luciérnagas vistiendo de gala la bóveda de la noche. Y allá arriba, en lo más alto de mi delirio, los labios de la luna con su aureola de plata. Y quise retener para mí aquel instante

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Joaquín Marín

9.9.13

Briznas

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Nadie se asomaba como él a los abismos, ni abría las portezuelas de los horizontes, o las espuertas de los mares, o los ventanucos de los vientos como él. Nadie alzaba como él las faldas de las doncellas o el revuelo de los vestidos de las bailarinas. Las yemas de sus dedos se impregnaron de los más deliciosos aromas de tanta caricia. Nadie desnudaba flores como él.



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Joaquín Marín

7.9.13

Te miré con ojos de otoño

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"Quisiera haber querido lo que no he sabido querer..." se oía en el bar la canción de Fito. 

Al otro lado de la cortina vaporosa de voces envueltas en humo, en el rincón más oscuro, había una mujer vestida de tristeza, con la mirada perdida en la antesala del llanto. Un presagio en forma de mariposa rozaba su mejilla con la amargura de los besos perdidos, o imposibles...

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Ella era ave de tierra adentro, y el lenguaje de las espumas marinas le resultaba extraño, duro y más bien indescifrable, pero aquella mañana se acercó hasta la orilla de los azules revueltos, donde las rocas conversan con los narcisos de las aguas que no cesan, y pudo entender su diálogo perfectamente. Las olas traían de ultramar noticias y leyendas fantásticas, de piratas y sirenas; y las rocas, agradecidas, les recitaban poemas de soles y aromas mediterráneos, caricias sonoras de terrenos firmes.

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Estabas bella, aunque te miré con ojos envueltos en cenizas de otoño deslavazado y mustio. Bella y serena, con esa placidez que solamente atesoran las almas puras y sencillas. Respirabas con un mudo vaivén de pequeña nao que yace sobre lecho de plata. Y pude contemplarte en silencio con eternas miradas, también yo mecido por un discreto vaivén sobre lecho de recuerdos y nostalgias.

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Joaquín Marín

6.9.13

La sed

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Para aplacar la sed cierro mis ojos y me asomo al pozo profundo de los tuyos; y en ellos leo las cartas húmedas que nunca te escribí, y recibo los besos que jamás me diste.

Para aplacar la sed cultivo sueños jamás soñados, en los que tú apareces abriéndome tus brazos -como abre el alba un nuevo día- y acogiendo entre tus senos mi tristeza. 

Para aplacar la sed surco senderos que no existen, y siembro de pisadas desorientadas, con mis pies descalzos y cansados, las dunas de tu recuerdo.

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Joaquín Marín

4.9.13

Gemma i la gavina


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No sé de qué hablabais tú y tu amiga solitaria. Era una tarde fría de invierno, y un viento afilado cortaba los mansos azahares marinos. Os mirabais a veces fijamente, hipnotizadas ambas, durante largos momentos. Respiraban sin brío los metales grisáceos de las olas, y a lo lejos se dejaba oír la caracola de los negros augurios.

Cuando te diste la vuelta eras otra. Nunca te había visto llorar...

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3.9.13

Grisura




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Te niegas a aceptarlo. Destrozas cada día la palma de tu mano, y tus uñas, intentando abatir el muro de adobe, arañarlo, hacerlo sangrar desgarrado... y es inútil. Te niegas a asumirlo, pero detrás del muro, dormido para siempre en el vientre de la nada, ya no está él. Ya no su sonrisa manojito de jazmines, como le decías; nunca más sus dedos de rocío tibio, su mirada de pétalos celestes, la enredadera de sus brazos, el torbellino de su boca...
Te niegas a aceptarlo, pero el día cede el paso a la noche, y la noche a la ceniza...


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Joaquín Marín


1.9.13

Contemplaciones

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Se fundían, a lo lejos, mar y cielo en un beso dulce, sereno, duradero... El mar ofrecía latidos suaves con sabor a sal, y el cielo girones de seda envuelta en brisas. 
Sobre las rocas, varadas en su solemne eternidad, las gaviotas dibujaban piruetas ociosas, esperando que se enlutara más la tarde y aparecieran las sirenas plañideras, las que despiden con elegías sonoras a la luz cuando es vencida...



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Era hermoso ver deshilacharse el cielo aquella tarde; ver huir sin premuras, con pisadas de seda, la luz -como náufrago sin fuerzas, atraído por el canto del crepúsculo-; contemplar la mar, plácidamente dormida, embozada bajo cobertores de azul turquesa, la cabeza reposada en tierra firme, donde los sueños marinos se convierten en arena.


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