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Orihuela, Alicante, Spain

19.1.19

Tierra de nadie







Joaquín Marín
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Fichas de dominó




...y mientras tanto sale el sol de nuevo —quiero decir, en realidad, que se recupera Matilde, la dona— él sale a la calle a pòr su pan y a por su vino, por decirlo así... están mojadas las calles en el laberinto de Ciutat Vella, y hace frío... Batiste vuelve a casa en silencio, y en silencio habla consigo mismo... <<al olvido le dejaré mi camiseta del Levante y mis botas de patear el monte... mi corazón de carpintero a los bosques, que ojalá tengan agua para que sus hojas naveguen y corten el viento como velas dichosas... y a mi calle, esta calle mía, mis pisadas, todo lo que he sufrido, todo lo que he temido, lo que he aguantado, lo que he invertido... y más... no te vayas tú antes, nena, no te vayas... cómo sobrevivir sin tus manos celestes, sin la sal de tus palabras, sin tu perfil, sin el olor de tu piel, que yo digo que es fragancia de fruticas para que te rías y me llames cursi...>> y mientras tanto sale el sol de nuevo, los socios echando la partida en cal Pepín... a Anselmo le dejará su estuche de fichas de dominó... seguro...




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Le métèque






...creo que no lo ha perdido todo, tal vez conserve la cicatriz de un viejo amor; un beso en algún pliegue perdido, alguna superficie rozada alguna vez por otra piel... alguna herida que parpadea discretamente...


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Hugo y Suzanne








...me detuve al llegar a su altura, para mi sorpresa estaban cantando California dreamin, la emblemática canción de The Mamas and the papas en aquellos lejanísimos tiempos de jipis, maría, flowers in your hair... y amor libre... "haz el amor y no la guerra"... unas palabricas, unas monedas, unas fotos, unas sonrisas y... la sensación de haberme transportado a aquellos tiempos del Paleolítico... Woodstock, la isla de Wight, Scot Mckenzie, Kenny Rogers, Janes Joplin... me fui hacia el bareto del Batiste silbando San Francisco por lo bajini... me crucé con unas monjas por el camino, y media docenica de japoneses... me chuté dos birras de categoría, y unos tramusos, che...




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Una bala en la boca






...ese bosque humano que somos, árboles bípedos que transitan por las aceras un viernes por la mañana, por ejemplo, por las calles de Valencia, por ejemplo... y entre las pisadas sobre los adoquines las de un sauce llorón, que se aproximan inexorablemente al mismo lugar de costumbre, donde sabe que tú —el arbusto de sus delirios— te encuentras siempre... hueles de una manera diferente, y él ya te ha aprehendido... de un salvaje rosal púrpura es tu olor... y llega, se te acerca y tú no lo miras, tus pétalos, tu tallo, tus espinas le hacen la cobra... tu aroma imposible es una bala en su boca... y él prosigue su camino... ya sabe a qué huele la vida... también la muerte... y huye...





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Hojarasca










...supongo que me hice niño y te busqué... transité en soledad por aquel hermoso camino flanqueado de árboles densos, junto a un río que parecía vigilarme mientras caminaba a mi lado, lento como un paquidermo... y es verdad, niña, que te busqué en la tierra aplastada, en la hojarasca, en el agua... busqué tu luz de primavera, tu varita mágica de hada madrina, tus panes y tus peces con los que poder multiplicar mi alegría... te busqué, te busqué... y cuando te hallé, no estabas sola... entonces volví —rápido— a hacerme viejo, a arrancarme las flores del alma y hacer con ellas elegías... hoy he vuelto a Las Fuentes, a echar mis versos al río... se los ha llevado la corriente...





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Últimas tardes con Penélope







...ella se despojó de sí misma, dejó resbalar sus largas medias, largas como ríos, largas como el cansancio, la soledad o el hambre... dejó que se nublaran sus sueños de deseo; deseó no ser de nadie, tan sólo un cuerpo anónimo, un corazón sin abismos, sin sístoles ni diástoles... y vivir en la orilla de la nada, lejos del lugar y el tiempo de los besos...




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Herida la piel






...otra vez mis manos en tierra de nadie, mis besos en labios de nadie, mis sueños en esas nieves que siempre vuelven, regresan y te enfrían el alma... habrá que quitar las semillas que duermen en el alféizar, para que pueda reinar plenamente el vacío... y guardar las granadas de la piel, desactivadas, y sin sentido...





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Serenas tempestades







...dejó el libro abierto, la casa cerrada, y salió a la calle... buscó el descanso como quien busca agua fresca en las arrugas de los desiertos... como la boca a un beso nunca dado... y se le murió lentamente la mañana, en el espacio, en el tiempo, en el libro abierto...




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Quimeras





...de aquel tiempo que vivisteis, Silvana, sabes que os quedan ya muy pocas cosas... retales... no sé, la escarcha crujiendo, ensueños sin palabras, aquella libertad soñolienta, un fuego que se convirtió en blanca humareda, quimeras, trocitos de tierna belleza, unas manos sin brazos, unas bocas sin besos... y silencio...



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Oh, palmera






...de la sierra desciende mi memoria... te voy buscando... y temo que ya sólo seas un simple sueño...





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La luz agoniza desde el amanecer



  • Me dejé retratar por el hombre del espejo. No me importó que me encontrara allí, de aquella guisa, tocando fondo en las patagonias de tu papelera de reciclaje. No me importó, no. Hay confianza. Y hasta posé tal cual, con mi condición recién adquirida de kleenex usado y tirado, de rotundo cero a la izquierda, tan ninguneado siempre. Y hasta le pregunté si sabía quién dicta los castigos para los lances amorosos, quién los pasa a cuchillo o a fuego… Le pregunté qué es mejor, ser esqueleto de serpiente o de pez payaso; qué es preferible, morir como abeja, como paloma torcaz o como nardo; soplar por los ventisqueros o temblar de miedo en los estanques donde braman los sapos cancioneros en celo; ser ojo, mano, calavera, tripa…


  • No me la das con queso, me respondió al fin, levantando el dedo del obturador de su mirada. No. No te disfraces de ciudad aniquilada, dijo; no inventes metáforas, porque no eres un anillo dorado muerto en el dedo anular de las desdichas; no juegues a ser raíz retorciéndose de sed en la oscuridad, ni a ser un herido más en la zarza del amor… No seas pose, no seas teatro… Sé muy bien que sabes adelgazarte como un delirio de violín, pero también sabes enterrar en el páramo huesos de la alegría, que prenden y repueblan la soledad de tambores y truenos inusitados, para erizarla con renovadas enredaderas tejidas con tus propias manos… No digas que no tienes sangre —además de la que rezuman tus heridas— porque con hojas muertas de tu jardín y un poco de agua sabes amasar besos que alegran hasta el dolor, que duelen hasta la alegría. Y labios y dientes que devoran como lo hacen las águilas hambrientas...

  • Tú no eres un kleenex, eres un fruto prohibido, un dios desamparado, varado en el lodazal de un amor hostil, preso con cadenas en tu propio edén, flor canívora que se alimenta de sí misma, girasol sin soles que te orienten, deshecha sábana de una cama salvaje…


  • Eso me dijo el hombre del espejo. Y comprendí que no todo estaba perdido. Tal vez.

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Tu calle




...me confiesas que cuando seas mayor del todo ya no querrás asomarte nunca a los libros, que te están dejando ciega; ni a los cielos, cruzados por unos pájaros cuyo destino desconoces; ni a los ríos, esas venas que se desangran en los mares, que es su morir... y añades que no quieres morder el polvo de ningún camino —ni el de los que llevan a Roma—, masticar veredas, anudar con tus pies vericuetos sin ningún porqué... que sólo querrás sentarte aquí arriba, en el mirador donde se eternizaba tu madre con sus agujas antes, y donde ahora tras los cristales te coses tú día a día a la calle, tu calle de siempre, de toda la vida... y, convertida en niña renacida, en pájaro de inocencia, empezarás todo de nuevo... irás, con tus trenzas de oro, al cole de la mano de la tata Salvadora... entrarás en la mercería de la tita Vicenta, volverás a casa antes de que den las diez acompañada por Tomás primero, luego por Joserra, y finalmente... en fin, tú ya sabes...

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La chica de la esquina





...seguía allí, como un reptil inmóvil, en la vida de nadie, con su cara de niebla ocultando algún pesar, con sus ojos de zumo de ceniza y su corazón de otoño, entre el calor de la brasa y el frío de los adioses... seguía allí, como si no existiera, como el origen gris de un último fracaso, principio de su nebulosa existencia, causa primera de ese vivir suyo 

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Portrait





...me detengo, me fijo en el lento contacto de su mano, que acaricia tu rostro rehusando el hueso y endulzando tu piel, haciéndola lúcida, viva... una porosa mano que gime suavísimamente, delicada y silente, que penetra despacio en ti, en secreto, que llega hasta tus venas, te sitia, te roba el alma, puebla tu carne... Clic


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