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Orihuela, Alicante, Spain

4.10.13

Malos tiempos para la lírica

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Y se hizo tu presencia brisa tenue de primavera, luz de amaneceres; y tu sonrisa, flor de almendro mecida por rayos de seda. Y fue un día pleno de besos, hermoso de seísmos de la piel...

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Joaquín Marín

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Se escondía en retirada el sol tras la nube. Se retiraba la nube hacia el cobijo del horizonte, y el horizonte hacia la caricia de la mar. Se retiraba la mar, deshecha en olas lentas, hacia el reflejo cóncavo de la arena...

Y me retiraba yo aquella tarde hacia el vacío, hacia la pena.

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Joaquín Marín

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A veces me acerco hasta la casa del poeta, y recorro en silencio sus reducidas estancias, su patio, el corral, el huerto... Sé que como mejor se puede conocer a Miguel es leyendo su obra, cribando sus palabras en el cedazo de las emociones; pero también se le intuye respirando el aire de la sierra que acude a impregnarse de quietud bajo la higuera; o contemplando las espardeñas blancas sobre el vientre ajado de una maleta de época; o imaginando los panes caseros que se amasaron en la artesa de la cocina; o el agua sin vicios de las tinajas... 

La otra tarde, sentada en el borde del abrevadero, junto a la entrada que da al pequeño huerto, había una mujer de incierta edad, madura, con un libro abierto en su regazo y la mirada perdida en lo alto, en el cielo azul otoñal, limpio totalmente de nubes. Al pasar junto a ella la miré. Dos lágrimas resbalaban sin prisas por su mejilla. Zumbaban las abejas sobre el romero, rumorosas, colmeneras...
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Joaquín Marín



El aprendiz de poeta eliminaba de su cara, a zarpazos, las huellas del sudor acumulado durante la jornada de pastoreo con agua que sacaba en un rústico pozal en el aljibe del patio de su casa, bajo el palio de pámpanos de la parra, y dejaba de esa forma en estado de revista su cara de tubérculo, la inmensidad honda de sus ojos. 

Y así, con la cara lavada y sus abarcas nuevas, cruzaba bajo este arco con paso decidio en dirección a la tahona de sus amigos, los hermanos Fenoll, donde entre vaharadas de levaduras y hogazas, estos panaderos y el universitario José Marín -Ramón Sijé- amasaban una tertulia apasionada... Intelectuales en la Calle Arriba.

El aprendiz de poeta, se llamaba Miguel Hernández, y por entonces no intuía que sus poemas serían viento del pueblo algún día, y la luz de su mirada un rayo que todavía no cesa.
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Joaquín Marín


3 comentarios:

Cabopá dijo...

"Cada cinco de enero sus abarcas vacías"...

Ay cúanto sabes, qué bien lo fotografías y qué bien lo cuentas

Besicos, primo.

Rosa dijo...

comparto el comentario de Cabopá.

Besos desde el aire

Unknown dijo...

Ese rayo no cesa, sigue vivo en la pluma de escritores como tú, y gente que todavía se emociona como nosotros al pasear por los lugares recorridos por nuestro poeta.....
"Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.