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Orihuela, Alicante, Spain

25.8.13

Pies de foto

Duermevela


Ya es tu boca oquedad sin jazmines, oscuro vacío en el seno de la noche, temblor imposible, imposible beso. Ya sólo es desvarío, delirio de perdedor solitario, paraíso perdido. 
Y sin tu voz, y sin el sabor de la pulpa tierna de tus labios, ya no hay ecos ni sabores que iluminen la desolada travesía de mi esperanza. Pero sí suficiente tiniebla para enlutarla. 



Otto




Ya no está a mi lado desde hace un tiempo. Se fundió lentamente en un crepúsculo de febrero, con la mirada cansada intentando aferrarse a la última luz. Tal vez vague por otros montes intangibles marcando su territorio, jugueteando con las mariposas o aventando las horas entre romeros y tomillos. Ya no está a mi lado, pero puedo ver su mirada noble clavada en mis silencios; escuchar sus ladridos de alborozo o sus ladridos de cancerbero arañando los aires con sus zarpazos sonoros... Incluso las yemas de mis dedos saben aún del roce de su pelaje negro y fuego...Era "solamentte" un perro, pero los perros también dejan vacíos, huecos amargos, y soledades hondas.

El deseo

Si pudieras pedir un deseo... le susurró la diosa al duendecillo insignificante, incitándole a la confesión. Y éste, buscándole la mirada de diosa, dijo:



Si pudiera pedir un deseo
—ver cumplido mi mayor deseo—
pediría sin dudarlo tu presencia, llenar mi vida contigo.
Tenerte para intentar a tu lado conocer el paraíso. Sentirte,
recostada tu cabeza en mi pecho,
dormida, confiadamente dormida, mientras
las pausadas yemas de mis dedos escriben
poemas de amor
sobre tu piel, surcándola sin prisas, sembrándola de dulces temblores.

Poemas de amor sobre tu piel. Escribírtelos, dedicártelos, sí, ese es mi deseo.
Empezar, con serenos versos, por tu frente. Proseguir
con versos despaciosos, resbalando por tu cuello; cobijar
cálidos versos en las dunas acogedoras de tus senos; derretidos
versos de arte mayor, largos, duraderos, en el paraíso de tu pubis.

Si pudiera pedir un deseo
—ver cumplido mi mayor deseo—
no lo dudes, pediría, entre todas las mujeres, que vinieras a mí
desnuda ya de tu pasado, ilusionada ya por tu presente,
totalmente segura de tu futuro. Deseosa
de ser piel, la piel que yo necesito
para volver a escribir poemas de amor. Y con amor.

Ay, si el dios al que amo me hablara así... pensó entonces ella, y su mirada -después de posarse durante unos instantes con melancolía en la del duendecillo- alzó el vuelo y se perdió en el laberinto de lo imposible.

La sirena 


Se había detenido el tiempo a la orilla de la mar. Y la arena no era arena, era ceniza espesa y húmeda, semioculta bajo los despojos y los vómitos de un oleaje ingrato y hoscamente enfurecido. Sobre la ceniza inhóspita dormitaba una barca varada, apresada en las telarañas del silencio, con la proa encarada hacia las nubes. Sueños imposibles. 
También había, mucho más alejada de los azules revueltos en algas y alquitrán, una torre, y desde lo alto de la misma me llegaba el inconfundible canto de una sirena. Si no hubiese llevado ya tantos naufragios a cuestas, hubiese ascendido hasta la cúpula de su llanto y me hubiese dejado mecer, y hasta asfixiar por el dogal de su melodía, por el veneno imantado de su voz de sirena cautiva. Pero no, preferí seguir mi rumbo azaroso, alejándome de allí caminando sobre las cenizas, y buscar la voz de la Rosa de los vientos. 

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3 comentarios:

Rosa dijo...

Ya lo sabes ¿no?... Pues eso, plas, plas, plas...

Besos desde el aire

Joaquín Marín dijo...

Merci

Rosa dijo...

Maravillosas imágenes y maravillosas palabras...

Besos desde el aire