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Orihuela, Alicante, Spain

6.12.16

Llanto en luz

                                                     

     

Joaquín Marín

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La espera







...dejas pasar el tiempo esperando al poniente morado de la tarde; luego, dejarás de contemplar los rizos del agua estancada y te levantarás, desandarás el camino hasta tu casa pasando por entre los magnolios apáticos de tu calle mientras la luna empieza a crecer por el aire, en un cielo moteado de golondrinas manchándose de sombras... y después, de nuevo el silencio...


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Alguna llama amarilla





..te gusta pasear transitando por el vivir callado de las cosas, cuando se encienden los oros pálidos y se irisan débilmente más allá de los relojes; cuando la paz anida y perdura sonriendo entre las sombras... te gusta dar esos pasos lentos, como besando el suelo, la vereda flanqueada de aromas, brotes vivos, milagrosas formas verdes, alguna llama amarilla... tu alma oscura, entonces, revive primaveras...


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Temblor








...te gustaban los cielos rojos que se abrían a lo lejos, más allá de los olivos y las palmeras; te gustaba el aire en calma, pero también el temblor de los cuerpos, como ramas cuando sopla el viento... te gustaba cerrar los ojos para encontrar la tiniebla primaria y el veneno de las duras sombras, y sentir sobre tus párpados mudos el choque agrio de las aguas huidas de los manantiales, repicando en la membrana de tus remordimientos...





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Los días idos




...pasabas algunas mañanas por aquí y me parecías una estrella expulsada del firmamento, desterrada para siempre del trono de la noche... también me parecías una rosa cortada, vagabunda, desangrándose por las espinas... bah, palabrería vana, eras simplemente una mujer anegada en sombras, llorando entre los aires del parque sus días idos, breves, hermosos todos, pero ya idos... eras ya sólo silencio, quietud de ala partida, débil destello de sol poniente, pétalo desprendido... "un montonico de huesos", decía el del Kiosco Esperanza...

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Abierta bajo la luz








...claro que entiendo ese desgarro tuyo, ese sentir que la vida a veces es veneno sin antídoto, que todo es hachazo, puñal, naufragio, mentira, alarido, herida, una fecha vacía, una huella inútil... claro que entiendo que te envuelvas en sombras, que cierres las ventanas, que borres las sendas que no te llevarán a ninguna parte —eso crees— sino a un eterno laberinto del que no se sale ya nunca más...  te entiendo, pero no es así; hay náufragos que saben aferrarse a un imposible y llegan a tierra firme... y hay ramas en apariencia secas, desaviadas, que de pronto creen en una primavera y retoñan... tú dejarás de ser esa forma perdida, ese tuétano de la tiniebla... tú serás tarde o temprano esa flor cerrada y ciega que se siente malherida en medio de la nada, y te abrirás bajo la luz... 




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A media tarde







...a veces, en el patio a media tarde, en el rincón donde te deja Carmencita, la fiel Carmencita, sentado en la vieja silla de anea, mientras esperas que el sol salte definitivamente la valla y huya hacia su propio abismo de sombras, fijas la mirada en cualquier sitio y te inventas otros mundos, otras vidas, otros cinco minutos de un día de marzo... y entonces eres un tiesto sostenido por un hierro mordido, anegado de agua potable, y de tu vientre emergen besos carnosos, verdes, con sabor a cálida menta de estrella; suaves como mariposas nocturnas... y tú entero te derramas y navegas por ti mismo en caída libre, y te saboreas, y te invades, y sueñas con violines que te acaricien los oídos y te liberen de la cruel soledad de la media tarde... hasta que regrese Carmencita...




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El alma cerrada







...y hoy te has mirado al espejo, y "yo soy ahora esa flor triste" es lo que has pensado, y no has podido huir de la luna de azogue, porque el espejo no te presta ala alguna, sino arenas movedizas...  "¿yo fui triste?", preguntan tus ojos atónitos, intentando descubrir luz en la ceguedad de tu rostro desplomado... y nadie contesta, nadie responde a tu pregunta, excepto esa mirada tuya en la que tu soledad se multiplica por toda la tristeza del mundo para convertirse en tiniebla... te crees dormida, pero si aprietas los ojos para huir de la sombra, para despertar y encontrar fragmentos de aurora, sientes la fatiga del sinremedio, las balas de la realidad hendidas en la nieve de tu alma cerrada...


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Pioggia






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..a veces viene a tu casa así, como esta noche, sin avisar; y golpea los cristales con furia, porque no tiene plumas en sus sentimientos, sino furor de ola brusca... no es como tú... ella devasta los cielos, anega a los pájaros y hace llorar a las vastas sombras... a veces, ya digo, viene a tu casa y te obliga a salir al porche y a oler a rama descarnada, y a raíz arrancada y desaviada... y tú, venciendo tu miedo al relámpago y al trueno más que a la soledad, saboreas despaciosamente tu capuchino con labios temblorosos, como diciendo "mi piace guardare la pioggia"...






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Azul moribundo






...y, como yo, te enredas tú en esta hora de color azul moribundo; y se hace jirones tu falda entre las ramas justicieras; y te despeinas entre gusanicos de luz, que tú —siempre tan fina y señorita— llamas luciérnagas y dices que son estrellas humildes y rastreras... y sientes que la noche acude y te picotea; mete su pico curvo entre tus vísceras como anhelando desesperadamente el grano de tus secretos para llenar con él el buche nunca saciado de sus crías... y como tú, me enredo yo, viajero descalzo entre pinares que no me conducen a ninguna parte... y también me enredo buscando la mano de las doncellas de la amanecida, que juegan tan bien al escondite que nunca, nunca, las encuentro... siempre en vano...



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Bajo palio





...cierras la casa, buscas compañía y sales a andar, sencillo ejercicio... y te olvidas del polvo sobre la tapa del piano, de los jarrones y las cortinas, las llaves sobre la cómoda y el reloj de pared, de monotonía tan eterna... y hablas, cuentas, refieres, atiendes, escuchas, ríes... gavilanes que huyeron, suaves manos, pechos, goterones de furia, temblores dulces, manzanas y serpientes, ojos, fuego, silencios, tormentas, muchos besos y ni uno solo en la despedida... y te sientes divina, volviendo a casa bajo palio...
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Bodegón con ausencias





..no lo sabéis, pero detrás de vosotros hay un hombre perdido en mitad de la calle, desorientado... las nubes de enero, desde el sótano de los cielos acuden a su entorno, le persiguen, prosiguen su cacería implacable... él ya no ve el ojo del dragón, ya no oye la voz del cuco ni el tañido de bronce de los campanarios; ya no descifra las direcciones nebulosas de la brújula... pero en la hierba del parque quedaron sus huellas tras tantas antiguas lluvias de silencios y pavesas del miedo... a veces le azotan los vientos que barren la calzada, pero ninguno de ellos quiere ser para él brisa suave y contarle historias al oído, susurrarle palabras primaverales que derriben el semáforo en rojo de su horizonte, ni sus duros muros de pedernal fiero, que le han cerrado el paso... en mitad de la calle hay un ser perdido, enraizado bajo las hojas secas que cayeron sobre el asfalto... pero no lo sabéis...


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Un metal hueco y frío





...y su cara me recordó la tuya, la tuya aquella tarde en que me confesabas que vivir era cruel, que no creías ya ni en el sol ni en los silencios de las iglesias... ojos perdidos, desprendidos, y en su lugar un metal hueco y frío, disponible ya para futuros espantos... ella —como tú muchos años antes— caminaba por el parque atravesándolo como si una aguja lenta fuera, con una parsimonia tenaz y con una tristeza de coágulo de sangre, que tensa el corazón y le impide latir... lenta, sí, pasó junto a mí, maniatada y como sintiendo que ya nada podría perdonarse... salvarse...

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Mundos






...diariamente te levantas e inventas mundos, el real no te interesa ya; pones el oído atento a la circulación de la lírica por tus arterias, por las venas del parque, por la sendas del cielo gris... transita una modesta vida por las calles... un señor con bigote abre su comercio —Modas Luisa, Rebajas— , frena una furgoneta azul turquesa, un jardinero municipal poda ramas de un ficus benjamina, un cartero arrastra su carrito amarillo... pasan dos caballos esbeltos, veloces, pura raza ambos, vestidos de bicicletas de airosas crines... inventas mundos, ya digo...


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Esos silencio que duelen







...pero claro que te entiendo, amiga; yo también me levanto un día y en el espejo no veo mi rostro, sino un oleaje mustio de sangre que apenas quema la piel, un goteo triste de miel que ya no es inmortal, y ni siquiera miel... pero claro que te entiendo, amiga; esos ojos desvelados que empiezan a sentirse con el agua hasta el cuello de las pupilas; esos silencios que duelen tanto por eso, por ser silencio, ser ya silencio siempre, siempre... ocho letras juntas que no dicen nada... silencio... prueba esto: rompe el espejo y siembra el alféizar de semillas, y espera... los cielos no están vacíos...




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La peonza



...vale, juegas a veces a ser ese niño que fuiste, y más de una hora larga llevas esta tarde con tu peonza, viendo tus torpes movimientos, pensando desde fuera de ti mismo las ideas que después farfullarás martilleando cualquier teclado... fatiga pensarse mientras se mira uno y se desdobla; tortura enniñecerse con mirada de viejo, es cierto...

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Vida






...la nieve se hizo agua, y habitó entre nosotros, e hizo de aquella tarde de invierno un esqueleto de primavera, con su clamor de flores en la frente y rumores de abeja en cada oquedad; un esqueleto como de fugaces pómulos rosados, como de pecho sutil y soledad alada... sí, eso hizo, y, si nos fijábamos bien, en el valle del vientre y en el arroyuelo de la pierna había vida...


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El aguacero de las tristezas






Da igual. Podré asomarme al espejo y no ver océanos, ni caballos atravesando la neblina al galope, buscando el sol. Podré recortar mi barba color cebada bajo el aguacero de las tristezas. Podré asistir a mi propio martirio con los ojos del loco de la colina, y sacudir la caspa de mis días como quien espanta pececillos muertos, que el tiempo arrojó a la playa de los abandonos. Podré lamentar ese tren que pasó bajo la tempestad cuando yo no podía despegar los pies del andén. Y maldecir el día en que escogí las efímeras flores, que no tienen apellido, en vez de las raíces, que duran todos los inviernos y se tatúan perennemente a la piel del subsuelo, a la tierra firme. Da igual. No importa, porque sé que media sonrisa tuya bastará para sanarme.


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Él







...ahora no, pero hubo un tiempo en el que andabas a su lado, y te sentías más cercana a él que a tus propios sentidos, y a él le hablabas con palabras armadas de luz, que él bebía, y respiraba... Inclinabas hacia él tu cintura, la cascada de tu pelo largo, de oscura seda... y de cada tarde gris él trenzaba horas de color, y te trenzaba entera hasta convertirte en arcoiris...

...ahora no... ahora fumas tristeza negra sentada junto al lago, con la mirada perdida, calcinada ya la ceniza de tu memoria, mientras unos patos, juegan a ser metáfora de tu deriva...



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Palabras






...diciembre, llovizna, cruce, martes, hora, anónimo, superficie, tránsito, signo, reflejo, huella, pliegue, cicatriz, arruga, piel, río, cansancio, sueño... ahí tienes unas palabras, cuéntate con ellas la historia...

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Restas





Yo creo que más de tres o cuatro días seguidos no había faltado la mujer nunca, hasta ahora. Que yo sepa. Salvo, quizás, algunas de esas escasas rachas de días lluviosos o de mucho frío, no podría afirmarlo a ciencia cierta. Es —no quiero decir era, por dios— como yo: habitual. A eso de media mañana, hala, paseíto y a chafar la piedra del banco, siempre este banco, y siempre este jardín. Unos días, los más, llegaba yo la primera; otros, los menos, se me adelantaba. Y hala, a hablar de esas cosas de las que hablan las jubiladas, las viudas...
Yo creo que más de tres o cuatro días seguidos no había faltado la mujer nunca...
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