¿Para qué estas largas noches?
¿Ya para qué?
Horas sin sonrisas, abismos sin albas,
sin amaneceres
ruidosos,
sin despertar de
amantes, horas muertas, sí,
sin abrazos, sin susurros, sin tacto y sin aroma…
Yo, que amé el amor,
que conocí mujeres que amaban la alegría,
con ganas de vivir, de recorrer calles bailando y pintar
de mil colores los días, con cubos de pintura
y pinceles como labios.
Yo, que construía camas
para amar en ciertas noches aquellos cuerpos,
perpetuando las sombras hasta convertirlas en luz,
y la luz en eterna
primavera.
Yo, besando a mujeres como tú, que fuiste locura,
pólvora, ardor y
tumulto.
Como tú, agridulce pasado, que desparramabas sobre mi piel
rojas amapolas de deseo.
Como tú, que eras viento,
caracolillo inquieto
que jugaba a recorrer bajo las sábanas las horas furtivas…
¿Para qué estas largas noches?
¿Ya para qué?
Arrojaré los recuerdos a los leopardos,
el fuego de tu boca al lobo, tu silencio a las panteras,
tus pechos estremecidos a los desfiladeros del olvido,
y me mentiré
diciéndome que nunca escribí en tu piel nada,
que no eran mis dedos los que dejaban estelas en tu cuerpo,
y que no pasaste tú
por mi vida,
sino un pájaro sin horizonte
y sin dueño.
09.02.2012
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