La casa
debe de ser ahora, sin ti,
silencio
debe de ser ahora, sin ti,
silencio
de hojas secas que no dan sombra;
si acaso
si acaso
simple rumor de azogue,
de cristales rotos,
de goteo de llanto sobre ojos ciegos.
de cristales rotos,
de goteo de llanto sobre ojos ciegos.
La casa
no debe de haber cerrado aún su herida, y entre el silencio
no debe de haber cerrado aún su herida, y entre el silencio
un grito quedará,
un alarido suspenso, filo sonoro
hendido en la sal de la tristeza.
un alarido suspenso, filo sonoro
hendido en la sal de la tristeza.
Y una luna postrera quedará
en la casa,
un astro vencido, vestido aún de frío y pasmo,
derramado, como cera fría,
sobre tu lecho deshecho en polvo de estrellas,
en la casa,
un astro vencido, vestido aún de frío y pasmo,
derramado, como cera fría,
sobre tu lecho deshecho en polvo de estrellas,
sobre las huellas de seda de tus dedos en el cristal
de la ventana
que se asoma al patio, donde vierten
los hibiscos todavía lágrimas rojas.
Una luna invernal quedará, sí,
detenida en una madrugada
gélida de diciembre.
Y ajusticiada sin testigos al alba,
en el primer pecho desnudo
en el primer pecho desnudo
que trajo el amanecer.
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