Joaquín Marín
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Sureste
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Espigas
Sé que a veces te cansas de ser bella, relámpago hermoso, oscuro objeto del deseo. Te cansas de provocar fuegos, de agrietar rocas, de escudarte ante el vendaval de las fieras...
Y prefieres esconder la morenía de tu cuerpo lejos, a tres cervezas de la ciudad, en una bahía secreta, donde poder sólo sentir el beso de seda casta de las brisas marinas, donde en lugar de dedos y garras nacen altas espigas, donde la soledad no es lágrima, ni pluma extensa empapada en vacío.
Y te haces leve fulgor de mujer sin recelo, y te haces lluvia naciente que sube hasta la cordillera en busca de otras auroras. Y, renacida, sabes que puedes amar, que algún día serás río, y tus aguas buscarán sin recelo las orillas, los azudes, las riberas, y descenderán confiadas hacia el mar, que es el vivir...
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Nostalgia de la mar
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Llamas
Mirábamos arder la vida entre helechos de caricias, gargantas de miel espesa, zumos de sueños realizables y estrellas como chispas de sonrisa alegre... No sospechábamos que tras las llamas habitaban los corazones zozobrados, el tacto derramado sobre el hogar, hecho ceniza. Y que en el humo, enredados, también escapaban los besos hacia la lejanía, como si nunca se hubiesen dado.
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