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La visita
...no había nadie en aquel paisaje cuando entré en él, excepto —tal vez— un orangután de piedra, no estoy seguro... me había invitado una nube anaranjada y gordita, y me acerqué... era ya casi otoño, y por el cielo vagaban lentos paquidermos, y algunas babas con alas densas; había sueños encallados en sus meditaciones y desdichas, y en las paredes marcas de navíos naufragados, y muchos vidrios rotos... tormentas, supongo... no sé, me sentí mal de pronto y escapé como un vagabundo intruso, que contempló lo que no debió contemplar... tengo que dejar de ser pirata... o, al menos, dejarme el ron...
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Un pedernal en las encías
...recuerdo un olor a piedra y a lluvia, y sobre todo que tú no estabas allí... era compacto el silencio, y me hablaba el crepúsculo sin palabras, sin boca que da besos, que sonríe, que aúlla y que, aun desdentada, tiene un pedernal en las encías y muerde la tiniebla... y brotan chispas... recuerdo que me habría gustado destapar versos y llenarte de metáforas; descorchar botellas y masticar tu espada en caída libre; registrarte, y encontrar en ti cosas... pero allí sólo olía a piedra y a lluvia... y el verso aquella vez no se hizo carne, ni miel, ni harina... ni habitó entre nosotros...
En defensa propia
...saliste a la calle en defensa propia: confiesas que te mata la soledad... era una mañana guapa, recién lavada, estirada, peinada; y fuiste recogiendo por las aceras pálidas plumas errantes, alas de insectos, ojos de la gente, azules sobre todo y con olor a estrella... leíste una cerveza y tomaste el periódico de un trago —las noticias lloran, pensaste— antes de mirarte en la luna de una tienda de antigüedades, a juego contigo, para ensayar una sonrisa casi imposible... y luego volviste a casa, también en defensa propia, antes de que el día comenzara a arrugarse y a volar como un papel muerto, arrastrado por esas calles en las que orinan los vagabundos y los perros errantes... cerca ya de tu portal, le dijiste hola a un maniquí morenito, de chillona camisa butanera, ojos azules y color de estrella.. de levante... te pones gracioso algunas veces, compare...
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Como esos perros sin collar
...por donde tú anduviste camino yo ahora, casi con tus mismos pies... y, como tú, apenas un escuálido viajero sin una gran prisa por llegar a ninguna parte, como esos perros sin collar que perdieron la oportunidad de ladrar alegrías y vagan silenciosos por veredas de fantasmas... pies que, como enredaderas, se abrazan a los balcones de mi infancia, y a los surcos de la tierra que tú llevabas pintados en la cara, tatuados en tus brazos de hierro, acurrucados en tus manos vacías...
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Agosto
...es agosto, y domingo; y no hay nadie vivo por las calles, por este desorden abrupto de esquinas y piedras... tu pequeño universo, el vientre del que naciste... da vueltas el metal al son de una campana, pobre sirena ignorada... siempre vuelves en agosto, y abres la casa, y la oreas, y miras los portarretratos, las fotos de los que ya se han ido... tú aún eres marinero en tierra, y paseas tus pies descalzos por el pavé, y miras al cielo con el corazón a veces fresco, a veces cansado... no hay nadie vivo por las calles, pero por ellas suben y bajan ante tus ojos recuerdos indecibles, y sabes que el bar La Plaça está abierto, y el Ramonet quema los rebentats como nadie... ¿qué mas quieres en un domingo de agosto?...
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O, como olvido
...tú creciste en estas calles tristes, pegando la nariz a los cristales de las confiterías y las tahonas, mirando las ferreterías, los mercados de la verdura, los puestos de pescado en la plaza... pero creciste demasiado, y aprisa, y empezaste a renegar de tus raíces, de tu cuna, de tu barrio, del pueblo entero... apartaste tu cara de los escaparates, y lo sentiste todo prematuramente viejo, prostituido, desangrado... polvorientas las aceras, los veranos sin hojas verdes, los otoños con chaquetas raídas y bolsillos vacíos, los inviernos nevados de cenizas... y la tristeza bailando en mitad de tu replaceta... y cerraste los ojos, y la historia... un viejo tren, aunque renqueante, tuvo la fuerza suficiente para alejarte de aquí, para dejarte, sin identidad, en una esquina de la gran ciudad...
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El último tren
...estoy aquí tan inmóvil, me siento como un enorme muro de metal, tan solo acariciada, removida, capturada y a la vez rescatada por la ola que crece en tus dedos y viene desde ellos a buscar mis temblores... yo no puedo acudir a ti con todos mis sentidos, como antes, como cuando me tocaste y fui mujer... yo no sé, cuando me despierto y te busco en las sombras, si empieza el mundo o si muere el tiempo... ven, acude, ámame hasta el dolor, bésame hasta morirme... y luego vete, sube al último tren...
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Agosto
...se va acercando agosto y volverás al pueblo un verano más, y empezarás a ver cómo las calles se irán engalanando desde primeros de mes; la vuestra también, y para el día del patrono estarán de dulce... pero este año, Rosica, este año... vuestra calle ya solamente es tu calle, ay... tendrás que cubrir tu soledad con lianas indomables para que tu pena venga y vaya por entre la selva del dolor y del vacío, disimulando por entre las estatuas rotas... resbalarán por tus ojos húmedos los pasacalles, los alumbrantes, el nuevo cura, los vaporosos vestidos de tus nietas, la Fini y la Lorena, tan bonicas, tan llenas de toda la vida por delante... cómo explicarles a estas criaturas que algún día, al doblar la esquina, te mirará fijamente, como piedra, un rayo inmóvil capaz de destruir el mar, de convertirlo en un fugaz castillo de espumas artificiales...
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Nudo
...deja que me ate a ti, dijo ella, y para siempre... tantas galernas del Norte me han ido dejando cada vez más Poniente, amigo... dijo... permíteme hacerme un nudo a tu vida de tierra firme, sin doble fondo... quiero que cese ya mi caminar errante... he conocido jóvenes veloces, dunas, selvas y muchas calles con guiños de neón; he comido sardinas y también caviar, y arena... he sobrevivido a la codicia, a los huracanes y a los cristales rotos... fui rica y luego me mantuvo el hambre, y un hombre que llamó a mi puerta con nudillos de roca y zapatos intrusos... deja que me ate a ti, dijo otra vez... he ido de rumbo en rumbo con fiebre, con prisas, nadando todos los mares rojos y muertos; me acosté sobre espinas y rodé sobre cantos de sirenas macho... no sé por qué te cuento estas cosas, por qué me quemo y te lanzo el humo de todas mis hogueras... deja que me ate a ti, poder reírme contigo del esqueleto del otoño... me dijo...
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Ximet
...veintiséis de julio, Ximet, y otro año más sin verte, van tantos... la última vez tú ya estabas cansado de esa ceniza que cae sobre los cañales en otoño, y que se acumula en nuestros hombros y un día acaba destiñendo los corazones, y otros músculos... cansado del agua dura, de la tierra firme misteriosa, de las anguilas y de la espadaña... yo quería cansarme contigo, pero aun no tenía tus años encima, pesados como esas moscas de agosto... aún no; pero hoy me canso de recuerdos, del olor virgen de aquellas flores desnudas, de la tierra abierta y fresca, de los arroces de la tía Encarna y el tinto fresco del Tomás, de descubrir auroras y poner nombre a las caricias... de todo lo que nos envejece, Ximet...
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A la vora...
...en la orilla dormitaba el viejo velero del tío Batiste, soñaba su mástil desnudo con latitudes pródigas, largas cadenas de peces plateados, fosforescentes... soñaba que la aurora un día besaría sus velas en altamar, empapándolas de labios, de aves y enjambres interminables... de alas sobre la espuma...
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Alas de libélula
...vivías allí porque te gustaba cómo se enredaban los meses entre los zarzales y entre los troncos de la arboleda; enero era de pronto septiembre, y poco después marzo con hechuras de agosto... nadie podía podar el tiempo, que había perdido sus albarcas por allí, y sólo la lluvia podía borrar nombres, sustituirlos y ordenarlos a su antojo: marzo, noviembre, abril... un año podría durar perfectamente un siglo y medio; o una semana, chi lo sa ... me decías que preferías las raíces a las flores, y el rumor del arroyo al tañido encorsetado de las campanas, y ese vértigo de dormirte y no saber cómo te llamarás al despertar, si Diego, si Alejandro, Benjamín, Elvira incluso... vivías allí, cierto, pero cuando yo fui a buscarte no te encontré; me topé con insólitas huellas: inútiles joyas del bosque, trozos de algodón de tormenta, alas de libélula, cáscaras de escarabajos y huesos de petirrojo todavía en actitud de vuelo... tú no estabas, y lunes era lunes, agosto era agosto, y otoño, por desgracia, era únicamente otoño sin ti...
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Neblina
...me hablabas de este sitio, de las horas crepusculares justas para admirarlo, cuando el lugar es más bello... cuando aurora o atardecer son rosas que desfallecen dulcemente, pálidas naves que se entrecruzan enredándose entre las nubes... pero me pregunto qué hago yo aquí hoy, qué vengo a hacer... tú no estás, es otoño y el color se ha envuelto en neblina y un humo lento devora cielo... y la alegría...
Madrugada
...la verdad es que te amo así, perfumada de salitre, espumas y azahares marinos... con esa sonrisa tuya anaranjada, y, lo confieso, me gusta rozar tu piel cuando estás dormida; convertir la sal de mis dedos en olas traviesas y acercarme a la playa de tu piel, "y desamordazarte, y regresarte"... me gustas tanto de madrugada...
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La palidez de la luna
...cuando la tarde rota ya se encoge, se arruga y, como papel muerto vagabundea por los callejones y por la plaza desdentada y polvorienta, donde orinan los perros bajo un anémico eucalipto... la mujer abre la puerta para que los últimos rayos de sol laven sus mejillas con agua de azahar y peinen de luz sus cabellos; para que le hablen mientras las raíces de las sombras empiezan ya a removerse en el subsuelo tísico, añorando la palidez de la luna...
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Pasaré a pensar en la miel del amor
...sentado en el muelle de la bahía bebo cerveza negra y mastico ausencias, por masticar algo... serenamente, mente serena... paso lista a quienes golpearon a mi puerta con falsos nudillos, traspasaron el vestíbulo y se llevaron algo mío... a quienes abrieron mis cajones, vaciaron mi despensa y mis botellas de vino, colmaron platos, destaparon mi diario y pasearon sin emoción alguna por entre mi caligrafía temblorosa, sin quemarse entre las brasas de mis horas incendiadas... bebo cerveza brindando porque hayan desaparecido al fin, porque se hayan desvanecido todos, son exilados de mi mente que jamás regresarán a mi casa, porque no es su patria... otro trago más, y pasaré a pensar en la miel del amor... mejor...
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Marina
...aquella mañana, lo recuerdo perfectamente, vi una niña garabateando misterios en la arena ... era una mañana toda vestidita de azul, con su camisita y su canesú, ya me entienden... la niña hablaba sola, mejor dicho, lo hacía con los trazos y arabescos que emergían de la arena como diminutos cangrejos juguetones... yo había apartado la vista del libro que estaba a punto de engullir del todo y contemplaba la escena atentamente, como si se tratara de una marina firmada por un pintor de fuste... me pregunté, a saber por qué, adónde irán los días cuando se transforman en noches y acaban desplomándose de los almanaques, de los dietarios, de los relojes de los campanarios, de este mundo redondo... de aquel día, por ejemplo, ¿qué fue?... andará ahora hacinado entre semanas, meses, años gastados, digo yo... al rato, una yaya fondona, con un pareo de juzgado de guardia, entró de pronto en escena y ordenó a la pequeña que dejara ya de hacer tanto pintarrajo y se lavara las manos en la orillica, que ya va siendo hora de comer, Noelia... luego se la llevó de la mano... justo entonces se me desplomó a mí el día...
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Algún día
...pero algún día conocerás el mar, te acercarás a su orilla y tus pies desnudos se vestirán de arena; cerrarás los ojos y tus párpados dejarán caer las hojas de tus antiguos sueños, y la brisa se acercará a tus labios y besará tu sonrisa y tu silencio...
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Signos extraños
...algunas tardes de otoño te acercas al mar con pies temerosos, como quebradizos, y te sientas sola en la orilla y miras al frente, al horizonte, sin cambiar de ola, de gaviota, de nube, de silencio... el mar te siente sirena y acude a ti, a veces mansamente, otras con embestidas de toro espoleado por las agujas de los erizos y la rabia... alguna vez te he visto trazar signos extraños en la arena, luego cierras los ojos y tu soledad se llena de sal y llamas... nombres de antiguos amantes, pienso...yo te observo y observo, como un Ulises voyeur, hasta que por fin te levantas y te aseguras que el agua ha borrado tu caligrafía, y regresas con tus frágiles pies de ave marina desnuda en la brisa...
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Espérame
...se entiende perfectamente lo que solloza el acordeón... no sabes qué duro es este tiempo, chiquitina, pero algún día mudará y entonces tú y yo vamos a vivirlo con ganas... espérame... seremos de nuevo aquella pareja feliz, después de haber sufrido, subido, saltado, caído... espérame... soy un vagabundo que recala en lugares inhóspitos, que mora en nidos ásperos y que huye siempre anhelando un rumbo pródigo... pero espérame... espérame con tu cesta de mimbre, tus manos laboriosas, tu sonrisa, con tus zapatos nuevos y tus claveles en la mejilla... por largo que sea este tiempo, tú espérame... eso solloza...
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Está el aire espeso
...y te preguntas a qué has venido aquí, a esta ciudad que ya no es la tuya... han sido tantos años... y te dices: uno de los dos está muerto, o la ciudad o yo... ¿por dónde anduve, quién fui?... está el aire espeso, y sigue habiendo cuervos en las ramas del viejo parque, y escupitajos en las aceras, pero... pero no entiendes sino las cenizas, y los arañazos en tus recuerdos... nadie me mira, te dices, y si acaso alguien lo hace no reconoce mi cara resurrecta... en este bar bebí carajillos y acaricié los muslos de Lorena tantas veces... aquí había una pensión, en ella dormí sobre una cama crujiente, y escribí desdichas sentado en la mesita junto al ventanuco que daba a la estrecha calle; ahora paso y no está la puerta, y la lluvia ha trabajado mucho, tiene lepra avanzada la fachada mugrienta... y te dices, sí... yo soy un pájaro sobreviviente entre tanto olvido... ¿pero a qué he venido, exactamente?...
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La piel de las nectarinas
...pero sal a la calle y mírala, léela; la misma ciudad tuya de ayer es hoy distinta. Mira bien... en un sólo día crecen cosas, y mueren otras; cambia la piel de las nectarinas en la frutería; la muchacha que te gusta lleva hoy un vestido rojo, ayer blusa crema y tejanos ceñidos; ya no están en el escaparate de Scherzo los zapatos de piel que te gustaban, algo carillos, la verdad; mira el cielo, nuevas nubes esta mañana, borreguillos gris plata... todo nace, crece, cambia se consume y se renueva... la piel, las uñas, los temores, los besos, la sangre... la mirada...
Sal a comprar y vender luz por las aceras, anda...
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Nieves y llamas
...y era como si te buscara desesperadamente, loco por que te le aparecieras desnuda, bella, entre hielos, nieves y llamas; como si bajo el lecho del río se encendiera tu vuelo de paloma perdida, tu pecho de ceniza, que antes había sido cilicio de fuego... así te buscaba, sí...
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Es oscura la madre tierra
...y, aunque con otras palabras, me confesó que ya había vivido demasiado, que había sido interminable su corazón y que ya no quería nada —que a esas alturas ya era más bien quererlo todo—... "...me olvidarán, no quedarán huellas mías en la acera, ni en los escalones que me dejan en la mismica puerta de la iglesia..." ... y me dijo que ya estaba acostumbrada al silencio, que era así como acostumbrarse a olvidar la palabra; al silencio y a la noche... "es oscura la madre tierra, sabe usté"...
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