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Orihuela, Alicante, Spain

13.7.14

Horizontes


 Joaquín Marín

Des    Encanto




...y resbalé por sus pensamientos como paseando por sus calles, que miraban a pasados más leves y con menos incertidumbres...


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Pajaritas de papel




<<...A veces, mientras te espero -inútilmente- invento cielos sin riendas, horizontes sin aristas, y hasta horas vivas, como recién nacidas de un reloj travieso que palpitase con brío entre sombras chinas. Invento mentiras para engañarme a mí mismo. Hago livianas pajaritas de papel con mis dedos torpes y las echo a volar; y se pierden en la lejanía, y nunca retornan a este cobijo de la nada. Saben mucho...>>

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Las horas muertas







Ven,
ven, que si no toda la casa es cárcel,
muro sin ventanas, yedra apresurada
que devora los adobes de mi soledad.

Ven, 
llégate, que se ha secado la grama
del patio, y ya agonizan, agostados,
los jazmineros que antes tuvieron el color
puro de tus risas.

Ven, 
llama a la puerta, pasa 
y despierta con tu latido estos muebles 
presos entre las telarañas del olvido,
estos libros enterrados bajo el polvo
del abandono...

Y estos esqueletos de labios,
que algún día fueron nuestros besos.

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El sabor de tus palabras




Una tarde del tardío julio, plena de algarabías de cigarras, 
me dio por pensar en ti. Tan cercana que estuviste y estás, 
pero ya tan lejana siempre…

Me dio por recordar el aroma de tus ojos, 
la luz de tus labios, el sabor de tus palabras, 
la sonoridad de tu piel, el acento
de tus silencios en las horas muertas…ésas que tú conseguías resucitar para mí.

Me dio, ya digo, por recordarte enredada en mi vida, 
en mis noches, en mis días, hasta 
en tus ausencias y mis distancias…

Y aunque el recuerdo 
escocía — o justamente por eso — un escalofrío
en pleno alarido de acaloradas cigarras
me dijo que mereció la pena existir a tu lado, 
ser contigo, nacer de ti y conjugar
lo que el amarillear del tiempo transformó
en sólo un verbo, 
en pretérito perfecto, muerto y enterrado.

Y aunque el recuerdo 
escocía, sí, sí —o justamente por eso — me dijo
en tu nombre que creyera en las sonrisas de primavera,
más plácidas que estos versos nebulosos
que dormito o alumbro 
en ciertas tardes de mis julios tardíos.

Tal vez.

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De paso




…y ya cercano el mar, me dices que soy agua transeúnte, de río mezquino, un condenado a reptar eternamente con mi húmeda agonía a cuestas, sin remedio, sin posibilidad de cobijarme en tu aceña y quedarme, y permanecer contigo… Indigno.


No, no me crees, tú no me ves convertido en agua remansada, dócil y contenida, capaz de perdurar en tu compañía. Y abres las esclusas de tu regazo para que me derrame y siga mi camino, y me aleje. Me rechazas. Y permites que fluya, malherido, hacia las fauces marinas, que ya me esperan al otro lado del último crepúsculo…


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La agonía de la clepsidra






...a veces él la miraba con ojos encendidos, pero ella sólo veía grisura de alma rota, muerta...


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Solamente un verano






<<...fumas mucho -más que un carretero, se decía antes- y bebes una barbaridad, tío; luego te pasa lo que te pasa, que te pones tontucio y empiezas a contarme batallitas del año del twist o de la polka, no sé. Hoy has vuelto a hablarme de Daniela, aquella argentinita que fue tuya un verano, solamente un verano... Yo creo que ocurrió al revés, que tú fuiste de ella más bien, su pintoresco huertanico de ojos azabaches, un alelao perdío hasta que ella desapareció. Se volvió a Rosario al terminar agosto, dejándote con la mirada ausente, extraviada en un imposible horizonte...>>



Insisto, fumas mucho, macho. Esta tarde me has dejado un cenicero hasta los topes de colillas y el mueble bar vacío por completo, bandarra de regadío; pero sabes que me encanta verte, siempre, aunque pasen siglos entre uno y otro de nuestros encuentros. Verte y que me cuentes cosas, y que me pidas la guitarra -cuando ya vas mamao- para cantar canciones de Moustaki, con gallos y pestuza a tabaco y ron...>>



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La estepa


Bastaba con cerrar los ojos, y soñar. Éramos niños, tú mucho más que yo, y nos era fácil  hacer el truco de magia, cambiar los azarbes y escorreores por los lagos y los ríos de las selvas; los bancales de lechugas y berenjenas por las estepas africanas -o la pampa argentina-; y los gatos de almacén y los perricos falderos por los guepardos y demás fieras...

Alguna vez fuimos niños, luego jóvenes, y adultos, sí.... Y teníamos delante todos los horizontes posibles... Nos bastaba con cerrar los ojos. Y soñar.

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